Manifiesto

El mundo no para. Hay períodos en que es necesario sentarse y solamente disfrutar de un buen té. Pero el mundo no para; y al tener su aceleración revelada nos puede llevar a alcanzar inspiraciones sorprendentes. La saturación urbana, no propia para gestar alianzas de savias jóvenes, juntamente con el colmo pandémico, ha espigado nuestra sed de infusionar en aguas de mejores atributos. En las ganas impetuosas descubrimos la simplicidad de las hojas puras, humildes pero complejas, y la metodología de buscar la finura de la extracción de su resultado y, simultáneamente, de nosotros mismos. La purificación pasa por calibrar hábitos, extirpando los malos, sustituyéndolos por sanos. Y que bien nos sabe cuándo los buenos hábitos están repletos de peculiaridades tan apetecibles. No solamente nos hacen meditar y prosperar, como también disfrutar de un resultado aromáticamente trascendental. Pero la búsqueda por la calidad tiene su coste. Todo lo que es altamente requerido, fomenta almas soberbias a manipular el mercado en su provecho. Toca al puro amante filtrar entre la malicia y ofrecer la genuinidad. Genuinidad que merece ser recompensada, no únicamente para desmotivar ilusorios creadores, pero también estimular y recompensar la autenticidad. El legítimo es transversal. Puede ser nativo a una cierta región, pero cuando existe ancestralidad, seguramente ha tenido tiempo de ser amado y en la pasión por un fruto de calidad, siempre existirá quien lo estima. Puede ser diferente. Puede aparentar indigno. Pero si ha tenido tiempo de maduración sincera, mismo que el procedimiento en su entrega sea disímil, no implica impertinencia. El juicio siempre deberá venir después de la práctica y la heterogeneidad siempre debe ser abrazada por ser bonita. Así empezó el L’Espai Chá que, como su nombre, nació de la unión entre una catalana y un portugués.

Somos Montse y João. Una Ampostina y un Madeirense que han decidido hacer del té su vida. Queremos cosechar un mundo aromático y ceremonial. Infusionar culturas y tomar conocimiento. Sean bienvenidos a nuestro hogar. Porque si el mundo no para, hay que hacerlo parar.

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